Friday, March 04, 2005

No tenemos remedio.

Cronopiando 11:12 AM
¿Qué modernidad?


Hace cuarenta años pensábamos que fumar era un inequívoco gesto de hombría, un gesto compartido por todos los galanes de todas las películas. Y encontrábamos fascinante, además de sabrosísima, la conversión en sopa de unos polvos mágicos con sólo poner agua y remover de vez en cuando. Los modernos "perros calientes" desplazaban de nuestra dieta a las salchichas, y las hamburguesas ganaban la batalla a los filetes. Comer ya no requería ni tiempo ni conocimiento y no faltaba quien, en aras del progreso, celebrara por anticipado el día en que sólo nos alimentáramos de pastillas.
El mejor automóvil era el más rápido, la importancia de un edificio la determinaba su altura y una ciudad moderna se distinguía de un rústico y atrasado pueblo, por su capacidad para emitir ruidos y luces, y acumular basura.
Entonces, las áreas verdes eran solares y los árboles espacios sin urbanizar.
Nos regocijaban los prácticos aerosoles capaces de fulminar mosquitos y barnizar las puertas, con sólo apretar el dedo.
Nos fascinaban las sirenas de las fábricas, inequívoca señal de progreso, y no faltaba quien, de visita en la gran metrópoli, montara su entusiasmo en el moderno tren que circulaba bajo tierra para poder después contarlo.
Con los años, sin embargo, la admiración ante semejante desarrollo mudó sus efectos y así comprendimos que fumar es una porquería que arruina la salud, casi tanto como la comida chatarra, que la mejor sopa es la que nos hacía la madre. Supimos entonces que la velocidad sólo servía para llevarnos cinco minutos antes a la fila del desempleo y que cuanto más grande es una ciudad más pequeños son sus ciudadanos.
Aprendimos que el metro es un oscuro, triste y repetido viaje de trabajadores que maldicen y bostezan, que vienen y van, siempre rápidamente, por angostos pasadizos en los que nunca falta un náufrago que cante y beba su pena.
Descubrimos que no era niebla la capa de mierda que envolvía las mañanas de nuestro progreso, y que los aerosoles, quién lo iba a decir, mucho tenían que ver con la desaparición de la capa de ozono y las tantas alergias y enfermedades de la piel. El cáncer se convirtió en una palabra tan maldita como común y supimos, con sorpresa, que el trabajo, por más que dignifique, también mata...
Pero eso fue en el resto del mundo.
Aquí todavía vivimos como si no hubieran pasado estos cuarenta años, aquí todavía seguimos fascinados por transformar Santo Domingo en una mega capital como Nueva York, como Miami, y ya muchas familias de abolengo que estrenaron sus mejores galas e hicieron fila para inaugurar los modernos McDonalds y Berger-King, se aprestan a tomar préstamos bancarios para poder estar a tono con el metro, para poder lucir los exclusivos atuendos con que disputarán su asiento en los sucios vagones; los sombreros "chic" de importación con que evitarán las partículas de hollín.
No tenemos remedio.
(koldocs@hotmail.com)
- Por Koldo

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